28/10/13

Ella se sentía como cuando te crecen flores en las manos y un extraño con un periódico doblado te mira desde un banco del parque. Hay días para creer en hadas y días para enorgullecerse de unas piernas envueltas en nylon, dulce cárcel microscópica en la que acaban las miradas de los hombres que doblan el periódico y con él una parte de sus vidas que sabe como el eco que deja la vainilla en la lengua de la infancia. Ella echó a andar. Perfumes tras un cristal. Pequeños océanos amaestrados que vencen su tristeza como pueden, quizá con el sueño de desaparecer bajo una piel, a la manera del que ordena que le entierren prematuramente en una colina de la Toscana. Sonó una campana. El otoño se coló en una casa, abrió un cajón y se puso de rodillas a oler sábanas planchadas.