5/6/13

Vivimos tiempos en que lo extraordinario es ser honrado. Así lo reconoce la multinacional americana de refrescos que ha hecho un anuncio en España homenajeando a esos pocos políticos que todavía hacen honor a sus cargos de servidores públicos, como una rara avis en extinción que necesita una inyección urgente de reconocimiento. Entiendo que cualquier excusa es buena con tal de vender y que a ese producto en concreto le tengo además mucho cariño porque va muy bien para cuando tienes diarrea o cólico: es un remedio más amistoso que el suero líquido. Comparto su pensamiento por el cual afirman que el ser humano es extraordinario (sin duda lo es) pero no comparto su uso del adjetivo en este caso. Contemplar una aurora boreal es algo extraordinario. Sin embargo, que sea noticia que todavía existen políticos honrados no debería serlo tanto, y mucho menos elevarlo a la categoría de fiesta popular digna de ser celebrada. Quizá el problema de España es que todo lo pasamos por la batidora del chascarrillo. Hasta de la muerte nos reímos. Creo que no existe ningún otro país en el mundo con más chistes macabros. Esta tendencia a desacralizar las desgracias es una buena terapia de supervivencia (hasta diría que de sanchopancismo) pero también supone que nos desentendamos de la realidad. Estamos acostumbrados a que todo sea imperfecto porque nos han educado en que las cosas son así. No imagino cómo sería entendido este anuncio en una sociedad más evolucionada que la nuestra, como Finlandia o Suecia. Ya veo las caras petrificadas frente al televisor pensando si sería una broma de mal gusto o que alguien se había vuelto loco y había colado en emisión su propio vídeo casero. En fin, los que mandan nos quieren así, bebiendo mucho Aquarius y escribiendo chirigotas sobre las meteduras de pata de la Cospedal. Mientras estemos entretenidos no suponemos ningún problema.