15/5/13

Pues resulta que hoy es fiesta en Madrid. Otra curiosa contradicción de este país aconfesional que se sigue rigiendo por el calendario religioso. Decir que España es diferente muchas veces es decir poco. Desconozco por qué ese tal Isidro fue proclamado patrón de la ciudad en que vivo. En su biografía consta que fue pocero, después labrador y que estuvo casado con una mujer que, con el paso de los siglos, acabó teniendo una calle muy larga. No sé la conexión exacta entre el piadoso agricultor y el género chico, así como la posterior mitología kitsch de chulapos y mujeres con pañuelos en la cabeza que comían rosquillas secas en una pradera cerca del Manzanares. El caso es que cada año vuelve indefectiblemente y que los sucesivos alcaldes promueven una serie de fiestas y romerías en su honor para salvaguardar el tacto casposo de una ciudad que se niega a la modernidad. Los tópicos arraigan con fuerza y todavía hay quien, gracias a estos happenings de opereta, considera a los madrileños como chulos desfasados, infatigables piropeadores y amantes del chotis. Todo esto va en contra de una de las ventajas que siempre he apreciado más del hecho de ser madrileño: considerarte ciudadano de ningún sitio, y de todos a la vez.