27/4/13

Cuando el mecanismo se detiene es mejor salir a la calle y observar las demostraciones que la realidad realiza como gimnasia cotidiana: esas pirámides de naranjas cuya piel arde en secreto en las fruterías, las nubes cambiantes que parecen entretenerse en competiciones atléticas por encima del mundo aunque atadas con un hilo para respetar tontamente su curvatura, las caras que pone la gente cuando llueve, la galería de ruidos inarmónicos que hacemos al existir. Todo lo observado permanece en un mismo plano. Asistes como el que compró una entrada para el concierto de año nuevo, no acabas de saber si es real lo que ves ni si lo eres tú, metido en un traje que no sabías que tenías. Cuando cesa el movimiento te sientes como una mota de polvo dentro de un reloj. Las ruedas dentadas vibran emitiendo un sonido de impotencia. Parecen encalladas en un barro que no existe pero cuyo tacto sientes a tu alrededor.