14/4/13

Compramos pan. Compramos hielo. Por el camino observamos lo que la primavera intenta con el mundo, su síntesis de un imperio nuevo que se rebela en la cercanía del sol y su consiguiente inventario de flores de olor dulce e insectos que sobrevuelan el césped brillando como partículas de oro en un número de magia. Nuestros pasos han perdido la prisa y solo podemos inventar canciones estúpidas con palabras que riman. La lógica se queda en otra parte cuando estamos juntos. Los hombres del tiempo toman sopa, les digo. Se ríen de forma natural sin necesidad de mirarme mientras siguen a lo suyo, que es la observación de todas las cosas a través de una sensibilidad esponjosa y tan fértil que las plantas con las que nos cruzamos las envidian y vibran de rabia por no ser como ellas. Creo que existen muchos mundos, que el aire o el propio tiempo tienen cortinas invisibles que se descorren para que probemos existencias paralelas en las que encontrar fragmentos apócrifos de alegría que usaron otros y que ahora están en el suelo como bolsas rotas de supermercado a merced de nuestras manos.