16/3/13

La casa huele a pollo y yo me he sentado en la butaca blanca del mirador a leer a Tranströmer. ¿Cuál de las dos noticias es más importante? Cierro el libro y pienso que las dos son parte de lo mismo. La poesía debe su existencia al olor del pollo asado y a todos los pequeños acontecimientos de la vida privada de las personas. Mi idea de la poesía no va más allá. Por eso me aburren los que se lo toman demasiado en serio, los que usan bastones con cabezas de perro labradas en plata para convencer al mundo que lo son. El problema es que tendemos a admirar lo que es fácilmente admirable. Si alguien se disfraza de poeta es más fácil que le reconozcan: por la calle o mediáticamente. Conozco gente que escribe poesía y también conozco poetas. Me quedo con los primeros. Me quedo, por ejemplo, con alguien que he descubierto hace poco aquí en facebook. Miraba las fotos de su perfil y entendí todo. No iba disfrazado, era un hombre de mediana edad, normal, con hijos, sin carteles pegados que avisaran al mundo de su naturaleza, pero con una obra portentosa, luminosa y creo que desconocida. Lamentablemente también he conocido a muchos de los otros: pomposos que se visten de forma estrafalaria y que se comportan como diosecillos para dejar claro que sus vísceras rezuman palabras escogidas. Qué pereza oírles hablar, mejor dicho, oírles escucharse en garitos supuestamente undergrounds y comprobar que su poesía es una colección de pirotecnia barata para otros idiotas que aspiran a ser como ellos. En fin, la emulación es un deporte para todos los públicos. Yo, mientras tanto, me quedaré aquí sentado, vigilando de tanto en tanto el pollo para que no se queme.