19/11/12

Es ahí, donde todo queda lejos. Fíjate bien. Aparece cubierto por una tapa de cartón salida de la nada. Juega a ser la puerta del horizonte. Saldrán arqueros de plástico que infecten el aire con la estela de fuego de sus flechas. Tienes que entornar los ojos y trazar una línea orgánica en la que se represente lo sucedido. Estarás tú, pero no con tu apariencia real: saldrás disfrazado con los trapos más infames para recrear una comedia burlesca de lo que en su día quizá te pareció drama de altura o tragedia digna de prevalecer en el tiempo. Pero se deshace ante ti. Ciudades que se levantaron en la arena, sin ingenieros; fueron las ratas y sus caprichos. Por mucho que hagas fuerza con unas manos olvidadas que de pronto aparecen en tu memoria, por mucho que rasgues el aire buscando el interruptor, el estigma o la raíz de la que tirar para que tome una forma no grotesca, presentable al resto de tus sentidos y que hable bien de tu uso de los días perdidos. Suele suceder las tardes de ciertos lunes, cuando el cristal de la ventana frente a la que escribes te devuelve la cifra exacta de lo que queda de ti.