28/9/12

Te gustaría una casa de estilo francés. No en las afueras, más lejos. Que tuviera horizonte y sitio para que la maleza estirase bien los brazos. Olería a libros y a mermelada de higos sobre pan caliente. Todos los accidentes de tu vida anterior quedarían postergados. Habría una caseta al fondo del jardín para guardarlos debajo de los botes de herbicida. La casa contendría un sol con una finísima capa de caramelo para ciertos días de otoño. Sólo abría que sacar la lengua y cerrar los ojos. Leerías por fin a los rusos que no has leído. Creo que en una vida así le costaría trabajo a la muerte dar contigo. Se plantaría cada mañana frente a la verja. Te miraría. Se metería en la cabina telefónica amarilla para preguntar por ti a sus desconocidos. Tiene un perro muy gordo. Parece embobado. Habla con las cosas que hay debajo de las piedras. Muchas veces sale desnudo y canta con una voz que me molesta. La muerte mandaría a sus amigos para acorralarte. Vendrían todos en sus coches destartalados. Te escupirían bolas de azufre y rociarían el aire con ese perfume que tanto les gusta a las cucarachas. Pero tú estarías tranquilo porque habrías aprendido a congelar el tiempo. Bastaría con abrir bien las manos como un héroe antiguo de Marvel. La realidad les envolvería a todos en una alfombra y les mandaría de vuelta a su nada.