25/2/12


Retrato de hombre celoso desnudo y su mujer.
La mujer parece volar con las manos en la nuca. Su pelo, tan negro como los presagios fáciles que se tienen a tormenta pasada, permanece extendido hacia el norte o estancado en esa atmósfera imposible en la que cualquier mínimo movimiento haría que el hombre desnudo se precipitase al suelo. No es una moqueta beis lo que está tras ellos. Si se toma la molestia de rascar con el dedo (como he hecho yo sobre la pantalla de mi ordenador) se puede comprobar el tacto de una nube de café claro o quizá de esa crema insípida que antecede a la muerte. El hombre la abraza convertido en feto de reptil. El hombre tiene un reloj escondido en el estómago que le tictaquea la hora en que será despedido del mundo. Por eso la intensidad con la que su brazo izquierdo rodea la cabeza de la mujer y la pretensión de su boca de succionar arrebatadamente el secreto de todo antes de partir. Cuando queda poco lo mejor es desnudarse. Cuando ese reloj alojado en la glándula avisa del momento en que ya todo pasa a otro estado en el que los círculos negros de vinilo se quedan en la Tierra como prueba de que el hombre existió, es cuando con más fuerza hay que prenderse de un cuerpo. Pero, ¿por qué la mujer asiática permanece vestida haciendo que el hombre parezca un asteroide que cayó en su jardín? ¿Por qué la mirada de ella casi ya no le roza, por qué no busca la frontalidad para dar cabida a los ojos del hombre que quizá buscaban un pequeño refugio antes de coronar la cima y de que el destino plantase su bandera negra?
Lo cierto es que la pareja permanece desde el 8 de diciembre de 1980 en la misma posición, pero podría ser desde mayo de 1416 y que nadie se hubiese dado cuenta. El hombre se agarra a la vida. La mujer permanece inalterable en su vuelo de manos en la nuca y pelo que apunta al norte, a esos hielos que no proyectan sombra. Fuera en uno u otro siglo podemos aventurar que el autor o la autora nos querían explicar algo acerca del amor: un hombre celoso pegado al objeto de su deseo, una mujer que practica la ausencia como coartada y que le permite así seguir con su farsa para que el chorro de la fuente siga apuntando al cielo. Sorprende también la forma en que el hombre hinca la punta del pie izquierdo en el ciclorama de café claro o nube o piso enmoquetado o tapiz de palacio imaginario. Sorprende cómo sus dedos se quieren quedar en ese espacio conocido que proponen los sentimientos, la tierra amable que acoge sin preguntas, el aire que no pone etiquetas y que sólo dice: respírame y sigue viviendo. Los hombres celosos que abrazan a una mujer en el suelo o los que se pegan a ellas cerrando con rabia los ojos para no caerse del mundo se comportan así.

1 comentario :

escort madrid dijo...

Y sin embargo yo veo a un hombre enamorado que se entrega totalmente a una mujer que se deja amar.Alguien que totalmente desnudo y no solo físicamente se abraza con pasión a una mujer que sabe que es amada como todas deseamos serlo. No veo a nadie celoso, solo veo pasión.