14/11/11

En el sueño me despertaba escupiendo dientes. Después me volví a despertar y la primera reacción fue palpar mi dentadura ante el desconcierto del sueño y su frontera movediza que no me dejaba señales claras de dónde me encontraba. Estaban todos con los que me acosté. Pero me sorprendía el paralelismo narrativo: las dos acciones sucediéndose casi a la vez. ¿Qué querrá decir esto? La última imagen onírica fue un plano corto de mi mano con varios dientes o muelas (no lo recuerdo bien) que salían escupidas de mi boca. Movía lentamente la mano como si fuesen pepitas de oro recién cribadas en vez de despreciables huesos que hubiesen decidido dejar de trabajar para mí. Nada recuerdo de lo que pasó antes. No puedo dar fe de que hubiese una pelea ni de que masticase piedras o metales que me produjesen semejante efecto. Solo era un hombre que despertaba y escupía dientes. Me dormí con el recuerdo de algunas escenas de Melancolía: pedante, maravillosa e inesperada película de Lars Von Trier que vimos anoche. Nuria -tapada con una manta- diría que soltó alguna lágrima cuando la madre le da la mano a su hijo antes del fin del mundo. Posiblemente en su cabeza se imaginaba a ella, lo que haría sentada bajo esa tienda de campaña construida con palos que le salvaría mágicamente de la muerte. También sé que le reprochaba al padre su cobardía, la falta de valor para afrontar el final junto a su familia. En ese momento pensaba en cómo reaccionaría yo y apretaba las manos para que mi mujer tuviera otra imagen de mí: un hombre que nunca se tomaría un frasco de pastillas, incapaz de demostrar fortaleza hasta el final. Con esas imágenes a súper cámara lenta del principio de la película me dormí. Un caballo cayéndose lentamente, la mujer que desprende electricidad de sus dedos en medio de un campo de golf al amanecer. Estas imágenes inquietantes puede que estuviesen relacionadas con el desprendimiento misterioso de mis dientes. ¿Sería una reacción metafórica ante el fin de mi existencia? Cuando un hombre va a morir ya no necesita dientes, los puede escupir y observarlos unos instantes en su mano: aquí estamos, míranos, te dimos de comer, molimos lo que nos dabas sin rechistar pero ahora nos vamos. ¿Y a dónde vais? Otra boca nos necesita, otra vida que debemos encontrar o simplemente el capricho de pertenecerle a una sombra que sienta nostalgia de su forma humana. Nuria se ha levantado esta mañana pensando en la película también. No sé si en su sueño fue visitada por el recuerdo de alguna imagen. Tampoco podría asegurarlo del mío del que solo recuerdo un epílogo explícito y muy corto: la mano extendida en forma cóncava y quizá mis ojos muy abiertos observando lo que caía. De nuevo le reprocho a lo soñado la falta de exactitud o ese amor constante por los retazos que me deja fuera del juego. Lo único que puedo hacer es reconstruir torpemente y jugar a que lo que sucedió fue precisamente esto y no otra sucesión misteriosa de imágenes que ya nunca podré ver. Un hombre se despierta y se ve expelido a la realidad de la misma forma que al dormir se ve arrojado o desterrado a una tierra desconocida en la que tiene que sobrevivir hasta la mañana siguiente. Creo que la muerte acaba siendo dulce con la vejez por la liberación de estos procedimientos. El sueño obliga a una burocracia emocional que acaba resultando cargante. Sin embargo, no me acostumbro a la idea de que un día deje de pasarme, de que llegue la hora en que todo sea sueño o materia oscura sin contornos ni saltos. Habrá que aprovechar mientras dure.

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