31/12/09

Vaya, esto se acaba, esta porción de lo que nos ha tocado vivir a la que, para abreviar, pusimos 2009, igual que ponemos cuatro cifras en un candado o en el cierre de una maleta, con la misma inocencia de que así ningún operario de aeropuerto nos la abrirá y mirará en su interior por si quiere quedarse con algo. Igual funciona nuestra idea del tiempo, ponemos cifras simbólicas que sólo nosotros recordaremos y así tendremos la llave de lo pasado, que utilizaremos en caso de necesidad. Esto no es una apología de los años que acaban. Ni sé ni quiero hacerlas. Los himnos me espantan igual que ciertas celebraciones a las que no tenemos más remedio que asistir. Sólo sé que esta noche la cifra tendrá un número más, esa es toda la emoción del asunto; alrededor de todo esto se ha creado un negocio de valores emocionales regados con fina autocomplacencia. El hombre inventó el tiempo y a la vez inventó su fiesta, ¿o no fue así y el tiempo, aburrido, creó al hombre para que hubiera un testigo, un secretario voluntarioso que le llevase las cuentas? Pero da igual, sea como fuere no cambia nada. Tragaremos las uvas y el orgullo y al bajar por la garganta harán una bola de fuego que incendiará todas nuestras regiones. Esta es la auténtica fiesta. Y nos empeñamos en celebrarla cada año y sacamos la pancarta de meta volante y la colgamos sobre la carretera. Qué alivio cuando el viento la ondea y con los brazos en jarras suspiramos satisfechos porque la hemos cruzado.
Perdóname si siempre termino hablando de lo mismo pero es que no acabo de entenderlo, no acabo de aceptarlo, es así de simple e infantil. Hace ya más de un año empecé a escribir estos días del mundo para ver si por el camino aprendía algo o veía alguna luz interesante. Reconozco haber visto pocas, sin embargo he visto muchas otras cosas que no esperaba. Vine aquí para hablar del tiempo, sólo eso; suponía que si tomas la misma fotografía todos los días acabas descubriendo algo, quizá sea algo imperceptible, un simple destello o un desconchón en una esquina, una prueba que te ayude a atar cabos. Reconozco que de lo que tenía en la cabeza a lo que tengo hoy han cambiado muchas cosas. ¿Hasta dónde tengo que llegar? ¿Faltará mucho? De momento seguiré, más por la curiosidad que por el orgullo de ir dejando migas de pan que humedezca la lluvia. Imagino que el camino será largo, siempre lo es y esta vez no podía ser de otra forma. En fin, continuará.

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