24/12/09

Las casas en navidad no saben qué hacer. Las casas vacías adoptan una actitud de aquí no pasa nada aunque las puertas estén cerradas y las habitaciones mantengan un pulso exquisito con el silencio. Las casas vacías de la navidad hacen que no va con ellas y ni una sola de sus baldosas o piezas de tarima osan crujir o emitir la más leve oscilación. Sin embargo las casas llenas juegan a la abundancia, a encender chimeneas imaginarias o reales y a caer en la complacencia comercial y ñoña de los anuncios que ven por la tele. Las casas (la verdad) no saben muy bien a qué atenerse en estas fechas ni acaban de descifrar qué quieren de ellas sus moradores. Si alguien está solo en navidad y se acerca a una ventana de noche y mira al exterior con la esperanza de encontrar algo que curiosamente se encuentra dentro y no fuera, puede pensar que la casa en la que vive es una estructura desagradecida e inerte, un mero conjunto de materiales superpuestos o encajados para ofrecer la sensación de garantía o de permanencia. ¿Y qué pasa con las casas que permanecen cerradas en navidad sin rastros de adornos ni luces que intermitentemente se enciendan y alivien el vacío? Este tipo de inmuebles permanece ajeno a nuestras especulaciones, un terreno baldío para especular con palabras pero que de buena gana habitaríamos por un momento o quizá por varios días para sentir la ausencia de señales, mensajes, estímulos o sensaciones que nos atan con la tradición que ha impuesto nuestra cultura.
Pero mirar casas encendidas también puede ser estimulante si uno no se deja arrastrar por la llama de los sentimientos, puede resultar como un tónico recetado por ese médico que aún no ha terminado sus estudios pero que nos merece confianza, una confianza ingenua muy propia de estos días. Las ventanas iluminadas en navidad se supone que son un regalo para todas esas personas que pasean perros y fuman, para todas esas parejas que deambulan su amor por las calles a la espera de tener su propia casa que poder iluminar. Cuando te toca a ti ser el que camina por esa calle y miras hacia arriba y hacia todos los lados y no ves más que ventanas por las que sale una luz te queda la opción de entristecerte o alegrarte, cualquier estado intermedio te será complicado ya que algo dentro de ti juega al blanco y al negro, a los opuestos irreconciliables. O eres de los luminosos o de los sombríos. Las huestes de la luz se enfrentan en navidad. Y no quieren empates ni cornetas que toquen retirada. Ganas o pierdes. La luz no conoce más treguas.
Quizá lo mejor sea pactar. Pactar o darse la vuelta y encerrarse en nuestra casa interior, esa que sólo vemos y habitamos nosotros y que por navidad siempre suele estar abierta y cerrada a la vez, encendida y apagada para que nuestras contradicciones puedan encontrar también su paz.

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