15/12/09

La vida se parece mucho a un anuncio de colonia. No lo digo por los trajes de noche exclusivos ni por las miradas seductoras a cámara o esas lluvias de pétalos que de repente caen sin un por qué. Me refiero a que los protagonistas de los anuncios de colonia están solos. Da igual que sea un hombre que conduce un deportivo de época por el desierto mientras formula un parco monólogo lleno de tópicos sobre la esencia humana o que sea una mujer que entra en un palacio y comienza a girar sobre sí misma hasta acabar mareada. Estás solos. Son y somos personajes alucinados condenados a vagar en nuestra propia constelación, condenados a respirar los inhabitables gases de nuestras atmósferas personales. Cuando en esta época del año veo tantos anuncios de colonia en televisión no puedo por menos que entristecerme. Si los anunciantes supieran las sensaciones que provocan esas piezas en algunos potenciales compradores seguro que cambiarían de estrategia y llenarían sus anuncios de masas de gente caminando por grandes avenidas o atravesando montañas como una moderna tribu hebrea.
Claro, analizándolo un poco puede que las colonias intenten transmitir una esencia, así se llaman comercialmente algunas colonias, no sé si por su porcentaje de alcohol o por la concentración de su perfume. Vete a saber. El caso es que esas esencias intentan competir con las verdaderas esencias personales. ¿La esencia de una persona se manifiesta en estado líquido o quizá sea sólo un vapor inapreciable que se pierde entre tantos otros? Debería contestarnos algún empresario perfumero. Yo me reconozco absolutamente ignorante en la materia. Por mi generación me considero más cercano al pensamiento de Calvin Klein que al de Aristóteles, aunque sólo sea por la cantidad de anuncios que he visto de esa marca y los pocos, nulos, inexistentes que he presenciado de la marca griega. Es una pena. Es una pena todo, estar tan solo en la vida y que para comprar un frasco de colonia nos lo recuerden con esa dulzura tan pegajosa. Mejor sería que de nacimiento todos viniésemos con una esencia exclusiva que nos librase de pensar a qué queremos oler. Además, ¿por qué se supone que la navidad es la mejor época para comprar o regalar colonia? ¿Acaso no olemos peor en verano? Cada vez entiendo menos el mundo en el que me ha tocado vivir; no es un problema de ir cumpliendo años, cuando sólo tenía veinte sentía esto con mucha más violencia. Soy el inadaptado más educado de mi código postal, ese señor que nunca arrancará una mísera hoja de un árbol mientras espera el autobús, ese señor que no escupe en el suelo salvo en casos de asfixia; pero mi tormenta es prodigiosa y cada vez más intensa. Los que me conocen saben que los rayos asoman por mi mirada, que muchas veces no puedo disimular sus fulgores repentinos o las aristas de sus ramificaciones que intento siempre que caigan en tierra de nadie y allí mueran. Cuando veo anuncios de colonia me da rabia pertenecer al género humano, me da rabia tener una esencia estandarizada que una compañía multinacional trata de revenderme una vez más mientras me recuerda que el hombre que conduce ese coche por el desierto sin saber adónde va soy yo.

No hay comentarios :