8/11/09

Noviembre quiere a Mireia, utiliza sus soplidos para quitármela cuando jugamos en el parque y ella está balanceándose en el caballito de mar verde y me mira con un trozo de pan en la mano. Noviembre es un cabrón calculador, se la quiere quedar, la quiere llevar a su casa que huele a incienso, quiere congelar su mirada porque debe ser que él no tiene televisor y así pasaría el invierno viéndola como el que pierde la vista en una chimenea y a cambio espera encontrar el secreto de la vida. Noviembre, no hay nada, no hay secretos, sólo la mirada de Mireia, pero es mía, bueno, es suya pero ella me la deja de vez en cuando como esta mañana cuando me ha acompañado a comprar el pan y a cambio me ha pedido un huevo kinder que luego no ha querido. Papá, cómprame un huevo, me dijo, y yo se lo compré y le hubiera comprado uno de oro con el que jugar en el parque. Noviembre y la niña del huevo de oro. Noviembre y el rapto del viento. Vamos a casa, Mireia, el aire tiene una estrategia, lo presiento, la gente se ha escondido en sus casas y nos espían por los visillos, respiran despacio y se extasían imaginando la posibilidad de que te pierda; pero eso no pasará, niña, dame la mano, agárrate muy fuerte y auque noviembre tenga aliados invisibles no podrá separarnos.
¿Por qué no montas en el perro rojo? ¿Quieres un poco más de pan? Dime, ¿qué ha pasado con el huevo? Las hojas hacen remolinos, las copas de los árboles se desbordan como si fueran de cristal y luego explotan en trozos microscópicos que se nos cuelan en los ojos y nos quieren hacer llorar. Yo le tapo la cara a Mireia y le pongo cara de pocos amigos al viento; si estuviésemos en alta mar haría lo mismo, nena, te protegería de las bestias y hasta del mismo Neptuno, que como anda escaso de hijas también te querría para él, pero ¿qué haría yo sin ti? No hay una guitarra lo suficientemente triste como para hacer una canción llegado el caso, deberían fabricar una especial, que fuese negra y dorada y que sólo tuviese una cuerda.
Cuando alguien te pregunte en qué consiste el amor, Mireia, vuelve a leer estas líneas escritas en un mes frío de 2009; cuando lo hagas perdona mi torpeza y todas las veces que he escrito noviembre, disculpa mi estilo directo y atolondrado pero es que soplaba mucho viento y me ha entrado miedo de que de repente dejaras de estar a mi lado y acabaras muy alta en el cielo, me sentiría como un niño persiguiendo una cometa, un niño que corre y llora a la vez mientras su cometa se pierde en el bosque.
Vámonos a casa, venga, hace frío, no comas más pan, que luego no tendrás hambre. Y tú, noviembre, vuélvete a tu casa o recorre otros parques en busca de tu presa: Mireia es mía.

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