3/11/09

Bien. Martes, 3 de noviembre. Escucho a Múm en mi despacho, en estos catorce metros cuadrados en los que Dios me ha dicho, vía email, que tengo que jugar ahora. Parece que hace un poco más de frío que ayer. Parece que el mundo haya dejado de girar sobre sí mismo y haya dejado también de hacer esa graciosa circunferencia en torno al sol, pero no, creo que lo sigue haciendo a pesar de todo. Bien por el mundo y bien por las sierras circulares y las de calar que siguen funcionando y cuyos sonidos ascienden por el patio como una sinfonía contemporánea. Martes, 3 de noviembre y a mí que me sigue doliendo un poco el oído derecho; nada grave, es más la sensación de ir en un barco o de tener el barco dentro; por eso de vez en cuando cierro los ojos y navego por mi querida Antártida, qué gusto, qué tranquilidad más blanca y más ordenada, allí abajo todo parece tan fervorosamente relativo que dan ganas de quedarse. En cambio las ciudades parecen tableros de ajedrez, dos monos gigantes juegan con nosotros, nos mueven, y cuando vamos por el aire los monos aplauden y se ríen: lo malo del juego es que no se acaba nunca, que cuando más tranquilo estás ves la mano peluda y después ya no ves nada, el vértigo y otra vez caer al suelo, en tu cuadrado blanco o negro o fuera del tablero con las fichas desterradas. Luego están los sistemas de evasión, los manuales para aprender a ser utilizado con resignación, los métodos para no cerrar los ojos o para sólo entornarlos y que así el vértigo sea menos. Malditos monos y malditos martes de noviembre que vienen con las instrucciones borrosas y te obligan a sacar la lupa del tercer cajón y a jugar a detectives antiguos: aquí pone calma, aquí pone dormir, aquí pone Mar de Weddell. Instrucciones para un día cualquiera, uno llamado martes como se podía llamar abrigo o calamidad o calamar, 3 de noviembre, día de cielos intensos y nubes como orillas de playas abandonadas.
Sigo escuchando a Múm y sigo aquí, en mis catorce metros cuadrados, una celda con adsl y cuadros de mi crucifixión. Soy un escritor ascético. Soy el hijo de Teresa pero no me hace falta tomar pan de molde mohoso para ver lo que hay más allá del cielo, cuando cierro los ojos lo puedo ver y no se diferencia mucho a lo que hay por aquí abajo. Prefiero los monos y sus partidas. Prefiero que se acabe el disco que estoy escuchando y elegir otro. Ya lo tengo, después de Múm viene Amiina, festival islandés en honor al invierno que ya asoma el morro por mi ventana y con la pata me saluda mientras busca en mis ojos aprobación o algo de ternura con la que trabajar en paz. Se la daré toda, que por mí no quede y si quiere que pase dentro y tomaremos café americano y hablaremos de los viejos tiempos, de cuando no se entretenía por ahí y llegada puntual a todas las casas, soplaba y decía, hola, ya estoy aquí y la vida se convertía en fotografías, todo se descomponía en fotogramas felices, las sonrisas se congelaban y se podían conservar durante años en un bolsillo.
Bueno, martes, ya está bien, tú y yo tenemos cosas que hacer. Hasta mañana.

No hay comentarios :