13/10/09

Estoy considerando la posibilidad de poner una agencia de viajes
interiores, se llamaría Viajes Yo y el logotipo podría ser un oso
blanco mirando por unos prismáticos al revés, un oso con los rasgos
faciales marcadamente humanos, con garras marcadamente humanas, no sé
si me entiendes, espero que sí. La agencia propondría en su catálogo
una serie de alternativas desde lo más económico hasta las grandes
travesías interiores que forzosamente han de hacerse en solitario.
Tendría una página web. Tendría un número de teléfono que yo mismo
atendería. Tendría una oficina oscura a las afueras de la ciudad, en
un sitio al que fuera difícil llegar o en el que fuera difícil
adivinar con exactitud la naturaleza de mi negocio: esos detalles
refuerzan la idea de intimismo.
Los viajes interiores cayeron hace mucho en el descrédito; la gente
prefiere palmeras, pirámides, un buen spa o incluso expediciones
polares en las que poner a prueba el grosor del fuselaje de su
vanidad. Esto es diferente, aquí no se trata de competir con nadie, se
trata de adentrarse en la propia vida y sin mapas.
Estoy considerando la posibilidad de que mi agencia sea un fracaso, no
un gran fracaso de esos que hacen mucho ruido cuando se desploman,
hablo de un fracaso anónimo, de los que más duelen. Quizá debiera
reorientar el foco y dirigirme al gran público, que el oso no tuviera
los rasgos tan marcadamente humanos o que usara los prismáticos de
forma correcta, como todo el mundo; nadie confiaría en un animal tan
ferozmente humano y a la vez tan imbécil. Pero es que me da pena
traicionar mi sueño, uno debe ser fiel a esas cosas, si no, ¿qué
queda? Sí, debo mantener la idea inicial, debo ser valiente y que en
mi página web figure bien clara mi visión y lo que pretende mi
agencia: viajes interiores, travesías de placer por los
conductos internos de una vida. Lo que puedo hacer es inventarme
nombres apetecibles para los paquetes promocionales; podría ofrecer
una semana por las Costas de tu Decepción, en régimen de pensión
completa y traslados incluidos; podría ofertar una ruta por Las
Regiones Devastadas del Pasado, con una posible extensión a las Playas
de tus Sueños Intactos. Me gusta. Esto empieza a tomar forma.
Ahora tengo que pensar en la campaña de lanzamiento; he pensado en
hacerme unos vídeos mientras duermo, imagino ya el efecto demoledor en
los que lo vean; videos de tres o cuatro minutos en los que no pase
nada, ausencia total de acción, sólo un hombre durmiendo, un plano
fijo de su cara, del imperceptible movimiento de sus párpados mientras
viaja por dentro y recorre a caballo las estepas de oro de
su infancia.
Ahora sólo falta que funcione, que llegue el día de la apertura y que
los clientes me quiten los viajes de las manos. ¿Sabré llevar un
negocio tan ambicioso? ¿Y si en vez de un oso es un oso con cabeza de
pájaro? A la gente le parecería una imagen más amable. No, mejor se
queda todo como está. Por una vez quiero ser fiel a mis principios.
Si alguna vez, dentro de muchos años, pasas por delante de alguna de
mis agencias y lees el eslogan de la marca serigrafiado en el cristal
del escaparate, hazle caso y cierra los ojos; recuerda que tu viaje
empieza ahí.

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