11/10/09

Domingo, no sé qué hacer contigo, no te gusta lo que ponen por la tele, no te gusta jugar con mis hijas, no soportas ni tu imagen reflejada en la botella de agua; eres un día insoportable, hueles a misa y al linimento que se ponen los ciclistas cuarentones después de dar dos vueltas a la urbanización, eres lo peor. Y encima te quedas aquí sentado, me dices que te escriba algo como si fueras una lolita consentida, pones tus pies en mi mesa y respiras fuerte para que sepa que estás aquí. ¿Qué pretendes de mí? Sabes que no soporto que te lleves el suplemento del periódico al baño y que lo dejes allí tirado, me vuelvo loco buscándolo por la casa, no me das respiro; te voy a comprar un perrito para que lo saques y me dejes tranquilo. Cuando tenía veinte años todo era más sencillo, me pasaba tu día en la cama, en mi cuarto, con la puerta cerrada, imagino que estarías al otro lado como una madre llorosa, con la oreja pegada a la puerta, analizando cualquier ruido. Pero es que yo no tengo edad ya de pasarme el sábado entero bebiendo, me moriría, aunque a veces me dan ganas de hacerlo para no verte.
Tus deportes favoritos son el parchís y cambiar bombillas fundidas: eso sí que se te da bien, arrastrar tus zapatillas de invierno por la casa haciendo inventario de lo que se ha roto, pulsas interruptores, tiras de cadenitas, miras hasta debajo de la alfombra por si hubiera un cadáver, ¿pero un cadáver de qué? Deberías ser más polifacético, no conformarte con tus monofonías medievales, con tu retahíla de pañuelos usados que desperdigas por la casa, con tus consejos bordados en punto de cruz de cómo abrigarse en otoño. Eres tan sensato que hasta tu nombre vale para una persona, eres el único día de la semana que puede hacer algo así, eso y tapizar sillones de orejas, eso y disecar búhos, eso y limpiarte las gafas con spray limpiagafas.
Ya me he cansado de hablar mal de ti, porque no estoy acostumbrado a usar tantas palabras contra alguien, me pareces un gasto absurdo, como tirar monedas a las fuentes. A mí lo que me gusta es escribir sobre la Costa de la Princesa Astrid y la soledad antártica o sobre peces difíciles de ver si no es de noche. Tengo cosas mejores que hacer que escribir sobre ti, porque ahora todo lo que te he dicho me parece cursi y me arrancaría las uñas con tal de que desaparecieran estas palabras, joder, es que no te aguanto. Lo mejor que puedes hacer es salir de mi casa y prometerme que no te veré el pelo en una semana.

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