5/3/09

El viento pone al descubierto mi falta de determinación, bambolea los endebles cartones que hacen las veces de estructura dentro de mí y desbarata las edificaciones capitalinas que tanto tardé en construir en mi centro. Al caminar por la calle en días como estos siento que tengo que agarrar cada minúscula certeza para que no acabe tirada en un descampado junto a envases de zumo descoloridos y algún zapato viejo. El viento es una excusa de la vida para seleccionar a los fuertes, a los que son de una pieza y avanzan erguidos sin miedo a la desmembración. Los demás esperamos agazapados en las esquinas o disimulamos frente a escaparates de baratijas poniendo cara de circunstancia y de espaldas a la refriega de la ventisca que, como matón de colegio, vapulea a los viandantes sin consideración. Si abril es el mes más cruel, ¿cómo podríamos denominar a marzo, a ese mes de los empujones y la chulería destapada que nos persigue desde por la mañana? Marzo es para estar detrás de un cristal, marzo es para pegar la nariz en la ventana y observar las manchas de vaho que produce nuestra respiración, esas que parecen pulmones que se desvanecen nada más ser dibujados. Que el viento se quede fuera y juegue a remolinos con otros.

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