8/12/08

Mi sobrino me ha hecho un dibujo por mi cumpleaños. En él aparezco sentado a una mesa de madera clara, sobre ella hay un folio escrito, en la mano izquierda del muñeco que me representa hay un lápiz. El muñeco (yo) mira de frente y sonríe. A su lado hay una librería de color oscuro coloreada a rotulador, se nota por el trazo que ha apretado mucho. La librería no tiene perspectiva, es un rectángulo plano sobre el que se intuyen estantes y diversos libros y archivadores. Supongo que habrá tomado como modelo la del despacho de su madre que es abogado y tiene ese tipo de cosas. Me sorprende el hecho de que el conjunto de mesa y muñeco tengan profundidad y la librería no. Me agrada pensar que cuando escuchó en casa que su tío estaba escribiendo una novela se decidiera a representarlo y a ofrecérmelo como regalo. Su tío con gafas y una camiseta de manga corta verde que parece feliz con su nueva situación, con su mesa de cuatro patas en fuga y una librería plana que parece un cuadro de grandes dimensiones que hubiera colgado en su estudio. Debajo, como pie de foto, aparece la frase "Felizidades tio Luis", observo la "z" de felicidades y me emociona imaginar lo que diría mi sobrino si viera este dibujo dentro de veinte años. 
Ahora tengo el dibujo en la mesa de mi estudio. Lo miro de tanto en tanto y cuanto más lo hago más me reconozco, más pienso que ese muñeco se parece mucho a la persona en la que me he convertido por sorpresa o por determinación, no lo sé. Todo resulta difícil de evaluar cuando estás con un pie en el país de lo que has sido y con el otro tocas ya la tierra del país de lo que quieres ser. El destino utiliza los mismos rotuladores que mi sobrino y marca mucho algunas zonas pero luego deja espacios en blanco que uno mismo debe continuar. Hay cosas que dibuja en perspectiva y otras a las que no le concede ninguna dimensión en el espacio. Otro detalle: no se me ven los pies y es raro porque el tablero de la mesa no es tan ancho como para ocultarlos; soy un escritor que flota feliz. Un niño de once años lo ha entendido mejor que nadie: cuando uno escribe lo hace para dejar de sentir su peso en la tierra; de ahí mi expresión de felicidad, de ahí que no haya sobre la mesa mas que un folio y un lápiz apoyado.

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