9/6/15

Me quemé el cuello y tú la cara. Por la noche preguntaste si mañana desaparecerían esos dos redondeles rojos. Te dije que sí mientras te ponías crema, aunque no sé si debí hacerlo porque, ¿qué ganamos con la experiencia si sólo sirve que evitar ciertos suspenses que un día, al girar la vista, tendrán categoría de mito? Después jugamos a la Wii. Te reíste por mi elección de un cocodrilo con cadenas de oro como delantero centro. El día se fue apagando y tuvimos la clarividencia de hacer una promesa: no veríamos la tele en verano. Jugaríamos todo el rato que no estuviésemos en la piscina. Estoy dispuesto a cumplir mi parte sin esfuerzo. Por la tuya sólo espero fidelidad al escarnio de tus críticas: mi táctica futbolística está al servicio de tu risa. De lo demás te disculpo de antemano y espero que el tiempo sea generoso y pase muy despacio, que se agarre a las esquinas con esas uñas tan largas que saca cuando quiere, como haría cualquiera en su sano juicio, incluso ir al infierno silbando, como haría yo, con tal de estar contigo.

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