28/5/15

Un momento en el que estás solo. Existen otros, pero no como ése. Los ojos se entornan en el sí y no del sueño. Recorres un campo de batalla silencioso. Cerca de tu oído alguien ha tensado una cuerda de instrumento barroco. Crees que de un lado tira el pasado y del otro el futuro. Es una conjetura. Una bobada de fiesta de fin de curso que insistes en elevar a tradición. El sonido es una mezcla muy personal de piedad, risa, tristeza y miedo. Cuatro ingredientes para el bizcocho ramplón de cualquier vida. Cuatro arcángeles cabalgando borrachos por tus calles hasta que llegue el sueño. Botellas que se estrellan contra el suelo. Disparos. Tu nombre rebotando en las afueras de la noche, con un eco que asusta a las niñas que pagas para tus caligrafías. La premonición te convierte en el extranjero tímido que duerme en el hotel de madera. Estás tan solo que ni la muerte parece estar. Dejó la silla vacía. Salió a jugar con ellos, a engatusar a sus caballos, a abrillantar sus armas; con su disfraz de doncella nórdica que se ofrece sumisa a los machos con tal de exagerar tu soledad.

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