2/6/15

El infierno es un sitio cualquiera. O la suma de muchos, de casi todos los que vas conociendo. Lo descubres con el tiempo, qué remedio, cuando los catecismos que leías de niño cogen la misma solera que los brandys. Trabajé hace años para alguien que era muy aficionado a las putas. Al mes de estar en su agencia todavía no había firmado el contrato. Una mañana, tras preguntarle, me dijo: Me lo dejé anoche en el XXXXX. No te lo vas a creer. Salí a las tantas y no había un maldito taxi. Ese sitio tiene mucha clase, pero está en un polígono a tomar por culo. Menos mal que pasaba un camión de la basura y me acercó hasta Atocha. No te preocupes, le digo a mi secretaria que mande un mensajero ahora mismo para que lo traiga... El contrato tardó muchos días en llegar. No dudo que en ese tiempo continuaron sus visitas al fantástico burdel. Le acompañaba un cliente que por lo visto era su referente en proezas sexuales. Además de compañero de juergas era su espejo moral, gracias a ese sanchopancismo tan español que no distingue lo bueno de lo malo y se rinde por pura afinidad a las lealtades más inquebrantables. Fulanito sí que es un tío con clase, me decía, se hizo el año pasado una ducha en el garaje para que su mujer no sospechara del olor a puta. No sé qué manía tienen en esos sitios de comprar siempre geles de baño tan perfumados.

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