28/4/15
Algunas noches al apagar el televisor me pitan los oídos. Dura algunos minutos y es molesto. Supongo que será la descompresión por haber ascendido a la superficie después de bucear en un océano de basura. Mis oídos deben estar cansados de escuchar bobadas, de la fatiga que produce el ruido, de las promesas musicales de una vida mejor. El pitido me habla de la imposibilidad del silencio, o de que agoté su cuota mensual y ya no hay empresa alguna en la tierra que quiera ampliarla. Después los agudos van bajando, muy despacio, y la frecuencia se hace soportable sin que me dé cuenta, o soy yo el que se habitúa a su compañía. No sé si existirá una división especializada de la memoria que se encargue de forma natural de hacernos olvidar lo que escuchamos sin querer, lo que carecía de importancia pero nos fue inoculado a la fuerza o por desidia, igual que existen personas con la facultad de hacernos olvidar a otras sin que se lo propongan.
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