27/5/15

La rabia es un sentimiento hermético, quizá el más hermético de los que podamos padecer. Si además esta rabia viene producida por el agravio que le han hecho a alguien que queremos, su hermetismo alcanza niveles tan dolorosos que resulta incomprensible y hace añorar la ley del talión, el castigo idéntico para el o la que haciéndole daño a esa persona nos lo hace también a nosotros. La justicia pasa de puntillas sobre estos pleitos. Parece que mientras no haya sangre o violencia todo es menor y debe ser arreglado sin que nadie medie. Pero si lo pensamos, ¿no son todos esos asuntos menores los que más abundan en la vida, los más dolorosos, los más íntimos, los que nos dejan una marca más honda? Querer a alguien significa que su ojo y su diente son los nuestros y que, por ello, pidamos con rabia que nos sean restituidos con el ojo y el diente del que nos ofendió. Cualquier otra consideración es romántica y no me interesa. Hoy quiero sentir esta rabia. Sé que no es adulta ni civilizada, pero viene incluida en el sueldo del amor.

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