20/4/15

De vez en cuando meten un diamante en nuestras bolsas de pipas. Creo que la promoción está inspirada en los tambores de detergente que compraba tu abuela cuando yo era pequeño. Metían un coche de juguete dentro, sepultado al fondo. Ella lo abría y yo hundía el brazo hasta que lo encontraba. Mis referencias literarias empiezan con Dixan y Skip, después todo fue empeorando. Buscar entre nieve muerta. Buscar entre tierra blanca, Mireia. El fabricante de las pipas prefiere el anonimato. No sabemos a quién agradecer esas piedras brillantes que sostenemos entre nuestros dedos salados. Sucedió el otro día, cuando cogiste mi libro y te pusiste a hacer que leías, arqueando las cejas como debo hacer yo (aunque no lo sé porque no puedo verme, sólo tú lo haces cuando no me doy cuenta, escondida tras una puerta, con algo en la mano, mirándome, inventando recuerdos para cuando pase el tiempo y tengas ganas de saber quién fuiste). Creo que me equivoqué con el título. Lo debería haber llamado Mireia y yo, en vez de Los días del mundo, porque no conozco a nadie más pequeña, ni más redonda ni más suave, y tan asombrosamente blanda por dentro que diría que el mismo fabricante de las pipas te quitó los huesos y te mandó a esta tierra rellena de algodón. De ahí los abrazos, imagino, lo pesados que somos y el tiempo que aguantamos sin separarnos. El poeta del burrito lo entendería si pudiera vernos también por un agujero, porque también se abrazarían cuando estaban solos. Son cosas inevitables y desatinadas, como jugar a que la vida es un Titanic constante, una broma infinita que un día se acabará de golpe, aunque no merezca la pena hablar de eso cuando abrazas a alguien. Un poco más. Abramos otra bolsa. Sigamos buscando.

No hay comentarios :