30/3/15

Releo estos días Brevísima relación de la destrucción de las Indias y pienso en Canetti y en su teoría de que el poder, para muchos, se basa en la fantasía de sobrevivir a los demás. El rango de intensidad va desde la sensación más generalizada: la inconfesable alegría ante un muerto que nos recuerda que no somos él y que seguimos vivos, hasta la del que extermina a todos los habitantes de una ciudad y contempla sus cadáveres convencido de que venció a la muerte. En todas las guerras, invasiones y conquistas sucede. La eternidad siempre ha sido una de nuestras manías más feas.


Bartolomé de las Casas, harto de que el príncipe Felipe, futuro Felipe II, desoyera sus denuncias sobre las matanzas y desmanes llevados a cabo por los españoles en las Indias, decidió utilizar el lenguaje a su favor y titular de “brevísima” a su obra para que éste la leyera, no como las anteriores que redactó y que resultaron aburrir al príncipe, como aburre hoy leer las cartas comerciales de los bancos. También dividió su denuncia por capítulos y cuidó que el tono fuese parecido al de los libros de caballerías que gustaban en la época. Sus palabras le llegaron e hicieron que se legislara por primera vez en contra de los abusos. Quizá alguien podría hacer hoy lo mismo y escribirle un libro a Felipe VI (estilo Dan Brown, pero en cien páginas) en el que se relatasen todos los problemas de España.

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