14/3/15

Ha aparecido un pájaro rítmico en Aravaca. Debe ser que la primavera está aprendiendo de los grandes almacenes y saca novedades cada temporada para que nos fijemos en ella. Este año nos sorprende con un pájaro con conocimientos musicales. Hace un rato, mientras esperaba el tren, he sido testigo de su presencia. Blanca, negra y dos corcheas, que destacaban claramente entre el resto de los ruidos del día. Blanca, negra y dos corcheas. Su voz recordaba a algún instrumento de viento humilde: quizá una flauta hecha a mano con la rama caída de un árbol. Ahora me vais a perdonar pero debo imaginarme su llegada al barrio. Vino en un tren que sólo pasa de noche. Llegó con una maleta de piel muy gastada. Quizá le prometieron que su destino sería una ciudad hecha con sonidos de jazz: árboles en cuyas copas caben todos los sinónimos de la palabra smooth, farolas que en realidad son baquetas que al encenderse sueltan platillos dorados en vez de luz cruda. Quién no se ha sentido engañado al bajar de un tren. Quién no se ha sentido triste al llegar a un sitio que prometía otra cosa. Al pájaro rítmico le queda una larga aventura por delante. Espero que mañana vuelva a escucharle. La rutina es la marca blanca de la eternidad, la única al alcance de nuestro bolsillo.

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