Sabes que habrá pelusas detrás del sofá.
Piensas: ‘Un día lo muevo’. Y te sientas
en una butaca, ducha de sol casi muerto
y un libro sobre los muslos.
Acaricias la cubierta: de alguna forma es un gato.
En cambio la luz no se deja
o no cuentas con las manos indicadas.
Hay Vírgenes románicas como tú,
con otros sofás y otras pelusas,
pero con los mismos ejércitos de vencidos
pasando a diario por tus ojos.
2/10/14
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