9/10/14

Así es cómo se maneja el pasado en algunas familias: se echa una sábana encima y luego, mirando a los niños, alguien se lleva el dedo índice y lo posa perpendicular a los labios -el final del arco de la uña golpeando varias veces el labio superior- mientras con los ojos muy abiertos les da a entender que el silencio será su ángel y estará en el centro del cielo vigilando, posado allí en medio como ningún aparato fabricado por el hombre sería capaz. Pero los niños crecen y al pasar ocasionalmente por el montón de cosas tapadas no se resisten a levantar un pico de la sábana haciendo que todos esos trastos se conviertan en maravillas salidas de un relato de navegantes: contaban que la curvatura del aire parecía favorecer los giros del planeta o los anticipaba, hablaban de una casa alargada (no indicaban dónde, quizá el propio horizonte lo fuera) a la que nunca se llegaba ni aunque la muerte te dijera: adelante, ven, es por aquí. Convertir mugre en oro a través de las palabras, reinventar, reinvenire, salvarse, aunque el dedo siga en alto todavía, perpendicular a los labios, ordenando.

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