26/9/14

Lo hablaba antes, esta mañana, al pensar lo que luego escribí de que cualquier pareja se sustenta en una ficción. Quizá contagiado de llevar dos días leyendo la nueva novela de Marías me quedó un poco seco. Los matrimonios son historias, buenas o malas, la mayoría mezclados en ambas, a ratos o todo el tiempo, quizá no haya otra forma de que esas uniones prosperen. Los peores son los que no la tienen, los que se construyeron en una casualidad o en la inercia, que también los hay. Carecer de historia es carecer de un futuro sobre el que oscilar, porque para eso también sirve contar y contarse. Cada vez estoy más convencido de que la necesidad narrativa es un mecanismo fisiológico de supervivencia. Qué pena que Marías nunca trate el amor desde dentro. Puede que le dé miedo caer en la dulzura, en la lírica, de la que siempre huye espantado, de la parte más inflamada de Shakespeare (que la tiene en abundancia) y se quede en los prolegómenos o en las consecuencias: todo eso que suena a herrumbre y olvido. Me gusta el papel teatral que le da a la luna en los primeros capítulos. Hijo de puta. Nunca me cansaré de decir que me parece el mejor escritor español contemporáneo, a infinita distancia del resto; pero ponerle peros me lo humaniza, le hace menos insoportable cuando después de haber leído una gran frase o uno de sus pensamientos corro a la foto de la solapa para ver su media sonrisa irónica y creída que me confirma que salió de su mano. Quería hablar del amor y he acabado hablando de uno de los pocos posters que colgaría aún en la pared de una habitación imaginaria. En fin, sigo leyendo. Buenas noches a todos.

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