17/8/14

A la hora de la siesta los muertos abren sus libros de canciones antiguas para guitarra. Es muy fácil caminar por una calle como esta y escuchar acordes menores que de pronto atraviesan los muros para mezclarse con nuestro otro mundo. Creo que los muertos de este pueblo tocan de oído con guitarras que ellos mismos construyeron cuando estaban aquí. Como no eran luthiers sino panaderos o empleados de la fábrica de fertilizantes, las canciones suenan huecas, igual que si en mi paseo fuese con las manos cóncavas sobre las orejas produciendo el sonido del vapor que hace una máquina de café en reposo. La vida es imposible de contar en un informe o en una enciclopedia. Hay que caminar mucho para acercarse a alguna definición que merezca la pena.

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