19/10/13


Los perros de Google aparecieron atravesando una estepa de webs financieras, inútiles y planas como una luna de infografía colgada en un decorado de comedia romántica. Llovía mercurio, bolitas lentas que venían de la nada con la idea de formar parte de mí. La jauría negra cabalgaba. Músculos tensándose a cámara lenta. Carmina Burana cantada por un idiota subido a un taburete. Mensajeros de la muerte bordeando colinas que no existen mientras sus patas chafaban cosas que ya nadie comprará. Uno de ellos llevaba esta fotografía entre los dientes. Aravaca. 1952. Se paró ante mí y abrió la boca. Hoy. El tiempo regresa siempre. Sus ojos me dijeron lo que nadie me había dicho. Después se marchó con los otros, atravesando de nuevo la estepa de cifras tridimensionales y familias felices de banco de imagen. Me quedé temblando. Después hice como ellas: escribir y mirar al frente, posando para el que me encuentre a mí dentro de cien años.