En cualquier caso traslado aquí esas palabras que abrían el libro por si alguien siente lo mismo que sintió mi amigo.
..."Breve defensa de los universos interiores.
La humanidad se divide en dos tipos: a) los que miran hacia fuera y b) lo que miran hacia dentro. Los que miran hacia fuera acaban poniendo exitosas franquicias de comida rápida que les proporcionan el usufructo de una felicidad de gama media-alta. Los que miran hacia dentro suelen acabar (en el mejor de los casos) trabajando en un banco. Lo bueno de estos últimos es que, por la tarde, escriben poesía.
Yo no trabajo en un banco, en todo caso soy funcionario de mí mismo: ese alto escalafón que la vida nos concede con los años. Y sí, escribo poesía.
Mirar hacia dentro es un trabajo doloroso y mal remunerado. Mirar hacia dentro supone poner en marcha a diario una descomunal trituradora que va moliendo tu vida; el resultado es una harina oscura con la que después se hace un pan que les encanta a los locos. Cada vez hay menos panaderías para locos. La gente prefiere el pan industrial, sin sorpresas. ¿Qué sucedería si un ama de casa comprara pan de locos y su familia comenzara súbitamente a recitar a Milton en la cena?
Otra ventaja de mirar hacia dentro es que acabas construyendo (con perdón) un universo interior. A ver, que no se me malinterprete, para tener un universo interior no es necesario ir por casa en túnica ni quemar incienso ni pedirle cosas a la luna ni silbar canciones de Pat Metheny en la ducha. He conocido universos interiores del tamaño de una lenteja. Por ejemplo, el mío. Una prueba de su existencia y manejabilidad es lo que tú, querido lector, vas a poder leer a continuación. Espero que te guste y que te ayude a encontrar el tuyo. Y por favor, no pongas nunca una franquicia de comida rápida."
La humanidad se divide en dos tipos: a) los que miran hacia fuera y b) lo que miran hacia dentro. Los que miran hacia fuera acaban poniendo exitosas franquicias de comida rápida que les proporcionan el usufructo de una felicidad de gama media-alta. Los que miran hacia dentro suelen acabar (en el mejor de los casos) trabajando en un banco. Lo bueno de estos últimos es que, por la tarde, escriben poesía.
Yo no trabajo en un banco, en todo caso soy funcionario de mí mismo: ese alto escalafón que la vida nos concede con los años. Y sí, escribo poesía.
Mirar hacia dentro es un trabajo doloroso y mal remunerado. Mirar hacia dentro supone poner en marcha a diario una descomunal trituradora que va moliendo tu vida; el resultado es una harina oscura con la que después se hace un pan que les encanta a los locos. Cada vez hay menos panaderías para locos. La gente prefiere el pan industrial, sin sorpresas. ¿Qué sucedería si un ama de casa comprara pan de locos y su familia comenzara súbitamente a recitar a Milton en la cena?
Otra ventaja de mirar hacia dentro es que acabas construyendo (con perdón) un universo interior. A ver, que no se me malinterprete, para tener un universo interior no es necesario ir por casa en túnica ni quemar incienso ni pedirle cosas a la luna ni silbar canciones de Pat Metheny en la ducha. He conocido universos interiores del tamaño de una lenteja. Por ejemplo, el mío. Una prueba de su existencia y manejabilidad es lo que tú, querido lector, vas a poder leer a continuación. Espero que te guste y que te ayude a encontrar el tuyo. Y por favor, no pongas nunca una franquicia de comida rápida."
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