30/8/08

Compruebo el correcto funcionamiento circular de las estaciones. Los engranajes del verano comienzan a perder fuerza y su sonido se hace menos chirriante y agónico; se podría comparar a la última vuelta de la noria que, tras un leve tirón, pierde velocidad y su estructura de hierros se amansa hasta confundirse con el silencio. La luz cambia después de innumerables jornadas repetidas en idénticos lienzos por un copista paciente que había jurado no cambiar fisonomías ni inventar más intenciones que las que la propia luz expresara a diario. La máquina del viento está parada o estropeada hasta que los días que aún no son ni parte del horizonte traigan sus herrumbrosas monedas y las introduzcan maliciosamente en la ranura. Agosto agoniza en una esquina junto a un helado que decidió ser asfalto y a un zapato de cristal verde que se deja querer por el sol.

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