8/5/12


Cuando me muera dejaré de sudar. Mi abuela también lo hizo una mañana de julio hace cuarenta años. A medida que envejezco me voy pareciendo a ella, voy calcando instintivamente sus movimientos por el pasillo, cada vez más lentos, cada vez más convencido de que un día de verano será este cuerpo que ahora me sostiene el que deje de sudar para siempre.
Entro en Wikipedia y busco sudor. Sale una palabra que no conocía: hiperhidrosis. Dice que sus causas basales no han podido ser dilucidadas de manera satisfactoria. Transformo automáticamente basales en abisales. Al hacerlo me desdoblo y me veo buceando con criaturas monstruosas pero amables, peces con forma de apisonadora, crustáceos como tanques de la Primera Guerra Mundial que se arrastran por el fondo de un océano luminoso a pesar de la aterradora lejanía del sol. Se cree que la enfermedad se produce por un sobreestímulo del sistema simpático, paralelo a la columna vertebral dentro del tórax, independiente de la temperatura ambiental. Ahora asciendo por mi columna sumergida, es un transatlántico vertical que se hundió hace millones de años. Contemplo mis vértebras sin asombro. Son doradas a pesar de las anomalías y de la roña submarina adherida a lo largo de ella. Me siento libre. El yo imaginado no suda. Prosigue diciendo el artículo que en sus formas más severas puede provocar hongos, descamación, mal olor, irritación y pigmentación de la piel. Los hiperhidrósicos (hermanos en el dolor callado) pueden ser entusiastas y creativos, solo socialmente encuentran obstáculos que pueden ser aminorados mediante tratamiento. Me disgusta la redacción atropellada de esta parte: solo socialmente encuentran obstáculos…, qué transición más burda para hacerte ingresar en la esperanza. Pienso en los obstáculos que ha puesto el sudor en mi vida y también en los tesoros que a largo plazo me ha hecho encontrar. También pienso en la poca importancia que tiene toda esta información y en lo poco que consigue descorazonarme. Salgo de Wikipedia como el que sale de visitar la sede de un banco suizo: aburrido y con los bolsillos vacíos.
Mi abuela sudaba mucho. Era corpulenta, obesa. He heredado su constitución. Lo supe cuando en un reconocimiento médico del colegio un enfermero calvo me palpó los hombros desnudos y después dijo algo en voz alta que otro enfermero apuntó en un impreso. Pícnico, esa fue la palabra. Por su cara comprendí que no debía ser muy grave puesto que siguió a lo suyo y no me hizo tumbar en la camilla. Dentro de las tipologías constitucionales resulta que estaba en el de los individuos rechonchos, de formas redondeadas, estatura mediana, cuello corto y ancho, cabeza y abdomen voluminosos, ángulo esterno-costal obtuso y tejido adiposo abundante en el vientre. Aunque lo alarmante es lo referente al temperamento ciclotímico y a la tendencia a la psicosis maníaco-depresiva. Según he leído en algún sitio, estas personas poseen un fuerte sentido de la realidad concreta. ¿Se referirá a que les gusta leer a Carver, a Auster, a Ford, a Leavitt o incluso a autores más periféricos pero actualmente asimilados al realismo occidental como Pamuk?

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