23/10/15

Me gusta planchar con la radio. Cuando lo hago soy todo lo crédulo que esos programas desean de mí. Apariciones en pueblos. Niñas que tocan el piano con dos años. Cuando me cansa una historia busco otra. Sale una voz dando consejos capilares, que también me creo aunque no decida llevar a la práctica porque mi pelo goza de buena salud de momento. Escuchar la radio mientras plancho me devuelve a las frases que oía de niño, de boca de mi madre o de la asistenta: las dos manos planchan. Los pasillos de donde venían esas voces se han hecho tan largos y negros que en tardes como esta (será también por la lluvia) dan ganas de gritar. Las dos manos planchan, es así, sobre todo al alisar una camiseta de gimnasia, talla ocho, por ejemplo, blanca con unas rayas rojas muy delgadas, con el nombre y apellido de alguien escrito en la etiqueta.

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