15/9/15

Será por el catarro o porque nunca había leído a Buzzati, pero Los siete mensajeros me ha parecido un cuento maravilloso, sobrio y a la vez tan delicado y con una resonancia digna de Kafka. Creo que los sobrecitos de Bisolgrip no hacen nada. Pero resulta tranquilizador ver los polvos cayendo en el vaso y cómo se convierten en una cortina traslúcida a golpe de cuchara. Al tragar crees que tienes muchos menos años, que todo ha sido un malentendido y que estás en otra casa, en otra ciudad, ante un libro de arte de páginas muy gruesas. Sentado frente a una ventana observas llover. El dolor en el pecho ha pasado a tomar el aspecto de una gárgola que espera algo en la fachada de un palacio. ¿Cuántos seres fantásticos se atreverían a toser en un momento así? Vuelvo al libro. Cogeré el próximo tren antiguo que me quiera llevar a Roma a pesar de mi estado.

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