29/12/14

Ser ajeno al mundo. Hay frases que parecen haber sido escritas para uno. Más que escritas rotuladas en el aire o en los chisporroteos de luz que se ven al cerrar los ojos. Por ese horizonte cruza una avioneta muchos días con una pancarta enganchada de un hilo: Eres ajeno al mundo. Es bueno que me lo recuerde. No soy una propiedad honorífica de lo establecido, de esa comunidad real e irreal que puebla los grados medios, las franjas amplias, las porciones más generosas de los gráficos de tarta. Los ajenos permanecen en silencio. Intentan escuchar el ruido que hacen los días y sus horas. Esta tarde puedo oír caballos por dentro de la Tierra. La circunvalan como si fuese una noria de la que no pueden escapar. Quizá por eso corren. Da igual que los monten jinetes o cabalguen solos. Al fin y al cabo son caballos ajenos percibidos por tipos ajenos que se quedan muy quietos antes de Navidad. Para el sistema somos una muesca, mucho menos que un asterisco seguido de un texto diminuto que nadie lee pero que por alguna razón legal colocan en el borde inferior de la diapositiva.

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