18/12/14

Los ángeles que pintaba Rembrandt son heroicos, soldados de Dios, custodios de su palabra y dispuestos a velar por su jefe con rayos súbitos, mandobles de espada o con su simple posición en el cielo, casi semáforos para los que desde abajo les ven y descubren por su luz la continuación del camino. Todo eso en el caso de que la fe acompañe, claro. Lo que me gustan de los tuyos, Mireia, es que no es indispensable el hecho religioso para que lo sean, incluso queda bien que se parezcan un poco a Shakira y tengan la mirada perdida de los que no se acaban de creer que Dios necesite ejércitos ni parafernalia bélica para reinar. Hablamos de ángeles fieramente humanos, de los de Aleixandre, por ejemplo, que incluso se permiten dietas extracalóricas y no lo ocultan, quizá porque la alegría también engorde y no valga la pena despreciarla ni esconderla para los pocos días que estamos aquí. Ángeles que van a las peluquerías del cielo y les sobra tiempo para decorar sus alas con lo que ven en las revistas y hasta se pintan los labios para engañar a la ausencia de deseo. Así los veo yo también. Por eso me gusta que en Navidad los pintes y los traigas a casa y me los enseñes orgullosa. Tanto como lo estoy yo cuando me ayudas a olvidar todo lo que ya no me interesa saber.

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