29/12/14

Dejo de mirarte y ya has cambiado. Luego eres tú la que dejas que tu mirada se pierda en algún punto entre Madrid y Barcelona que quizá se encuentre a la misma distancia que entre tú y yo. Ninguno lo sabemos. Vamos en un tren que va muy deprisa. No es un chiste fácil, aunque lo podría ser. Salen unos números rojos en la pantalla. Doscientos noventa y ocho por hora. No sabemos a qué velocidad irá la vida. Sólo sé que dejo de mirarte y ya has cambiado. Todos estos años. Todo este siempre que se empeña en remover las piezas para que ninguno de los dos sepamos dónde. Nuestros dondes pasan por una ventanilla extraña. Si pudiésemos sacar la mano o por lo menos asomar la cabeza como en los trenes de antes al salir de una estación para sentir en la cara la emoción del viaje. Tampoco sabemos qué hacer para sentir eso cuando no vamos en tren. Con todo lo que desconocemos hacemos canciones para cantar algún día. Por ahora duermen en un cajón. Así está bien. Tú escuchabas esta mañana una cuando veníamos. Yo escuchaba otra que estaba a medio hacer. Te diré una cosa: creo que la mía no la acabaré nunca.

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