5/7/14

Parece que una casa vacía siempre nos quiera decir algo. En cada habitación y en cada uno de los objetos que hay dentro comienza un discurso. Miras una lámpara de techo y suena algo dentro de ti como si estuvieses ante un soldado de Troya disecado y anclado allí por sus extremidades, un guerrero que ahora recibe la luz natural de la mañana sin rencor mientras recuerda innecesariamente su gloria. Es peligroso estar en una casa vacía a expensas del silencio. Pudiera ser lo más parecido a la muerte, un simulacro de evacuación de la vida que te deja las piernas rígidas e inepto para la huida. Luego lo piensas. Las casas no dicen nada. Tu lámpara no estuvo en ninguna guerra griega. La muerte no hace simulacros. Pero vuelves a quedarte quieto en medio de la cocina y vuelves a escuchar la vibración de ese hilo que conecta una estancia con otra creando un mapa de pasado y presente que debes interpretar. La jarra del café está caliente. La realidad manda. Se agradece que lo haga cuando te disuelves en ti mismo abrumado por asuntos de los que sólo puedes hablar aquí.

No hay comentarios :