27/7/14

La niña lleva una regadera verde en la mano y da vueltas a la tumbona en la que está su padre. Al llegar a la altura de los pies se para porque le llaman la atención sus uñas. Está en la edad en la que se invierte mucho tiempo comprobando en los otros tu propia naturaleza. Yo les miro a través de la tela de un estor. La escena parece deformada por un defecto astigmático oculto en el entramado de esa tela. La luz se comporta de forma distraída y no le da importancia a las lecciones de anatomía que lleva tomando desde hace millones de años. La visión que me proporciona es la misma que cuando miro hacia otro lado o cuando lo hago intentando apuntar hacia dentro. Cuento para mirarme. Los demás son mis espejos. Soy la niña de la regadera que observa la fisonomía de una uña. Soy el padre que la mira y piensa en la fidelidad de algunos milagros, no como le enseñaron sino como su hija le muestra ahora, bajo una luz tan anómala como cualquiera de nosotros.

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