1/6/14

Estamos en el presente pero lanzamos el anzuelo al futuro. Al brillo que hace el sedal combándose en el aire hasta caer lo llamamos esperanza. Hemos visto muchas películas que cuentan la historia de padres e hijos pescando en ríos dorados. Creo que necesitamos esas lecciones para soportar el secretismo de la vida. Un día el padre muere y el hijo sigue yendo al mismo sitio aunque no sepa qué hacer con la caña ni con la ausencia del que ya no está a su lado carraspeando o rompiendo de vez en cuando el silencio cuando abría una lata de cerveza. Heráclito se equivocaba. Nos bañamos toda la vida en el mismo río. No sabemos hacer otra cosa. La misma curva en el aire del sedal. Las mismas mentiras todavía más áureas que las aguas que tenemos delante. Ni la esperanza ni nadie sabe hacer otra cosa. Esperamos a que hierva la verdura, a que la cola avance, a que llegue el verano; pero son esperas mundanas, o así lo creemos. A las abstractas, en cambio, les damos trato nobiliario y les dedicamos las horas más largas. Deberíamos probar lo contrario: bajar la vista y descubrir los imperios que brillan a un metro escaso de nuestros zapatos.