21/4/14

La muerte de García Márquez me pilló en bañador. Nuria, mirando su iphone, me lo dijo con un tono parecido a cuando alguien te dice que se ha muerto un familiar lejano. Y así me sonó, como si se hubiera muerto un tío abuelo colombiano al que no veía hace muchos años y te enteras en la playa sin saber muy bien qué cara poner. Dejé de leerle al cumplir los treinta, pero en el decenio que terminó con esa edad devoré sus novelas con una fe que ahora me hace mirar un poco hacia otro lado y hasta casi cambiar de conversación para no ver mi inocencia tan desnuda y expuesta en ese cuadro. El realismo mágico es una droga que te abre mucho los ojos y te los inyecta de una acuosidad permanente, como si estuvieras siempre a punto de descubrir el auténtico misterio de la vida. Confieso que nunca me he puesto triste por la muerte de un escritor. Mientras los demás mortales dejan cajones cerrados con llave que esconden fotografías o colecciones de relojes baratos, los escritores dejan su obra como regalo a los que vengan después. La muerte de un escritor es la más dulce de todas, la más ligera, la menos trágica. Cien años de soledad está ahí al alcance de cualquier mano. Se ha ganado un espacio propio. Concretamente lo inventó. Ayer en el tren, de vuelta a casa, pasaba las páginas del especial de El País. Me pareció todo muy aburrido. No sé si porque he olvidado cómo se lee un periódico de papel y no sabía qué hacer con las páginas o porque los obituarios suelen ser textos vanidosos de quienes utilizan el ataúd ajeno como escalón al que subirse para que les vean los demás. Yo estuve con Gabo en París compartiendo una lata de sardinas. Yo le vi pasear por Las Ramblas de Barcelona. Yo un día le escuché tirarse un pedo. Nada de lo que leí me aportó nada a lo que ya sabía. La única experiencia posible con un escritor es la lectura de su obra. Lo demás es fisiología, ruido de tripas y fotos que se acaba llevando el viento. Por cierto, no estaría mal que se llevara algunas (bastantes) de las que se hizo con Castro. Salvo por esos pequeños detalles creo que te puedes ir tranquilo, Gabriel. Has cumplido.