15/10/13

Se apareció ante mí con sus alas oficiales de atravesar tormentas y me dijo: la vida es un power point malo lleno de flechas, un desconocido que balancea sus piernas de tergal en una casilla de excel, fango, sopa instantánea, retórica de curas de provincia que pasean a Dios dentro de un tomo de las grandes obras maestras de la pintura universal, lavadoras viejas, locutores que creen en el malabarismo de su voz, cementerios de radiografías, edificios acorralados por el miedo, catálogos de armas, domingos, zapatos que se puso un muerto y todo lo peor que te puedas imaginar. Ya, le dije mientras revoloteaba, pero también es Sibelius y la nieve y los globos que se pierden en el cielo hasta que la vista los desprecia y los coches de choque cuando llueve y jugar a las guerras de miradas y las porciones de queso envueltas en papel de aluminio que dan cierto sentido a la geometría y el Bósforo y la playa del Castell con sus vasos de plástico que se lleva el viento y los aviones vacíos en invierno cruzando el océano y esas fotografías que les hacen a otros pero en las que acabas saliendo tú, al fondo, sin querer. ¿Oye? Y antes de que acabara de decirle todo lo que tenía escrito desapareció.