28/8/13

Todos los perfumes huelen ácidos a las ocho de la mañana en un vagón de tren. Por la ventanilla se deja ver el sol al principio del cielo como una fruta en llamas que anuncia el comienzo de otra inercia. ¿Por qué le damos una importancia tan emotiva a este hecho? Las mujeres llevan el almuerzo en pequeñas bolsas de joyerías o tiendas de complementos y lo dejan reposar en el asiento de al lado si está libre. La existencia convencional sabe a plato de pasta que será recalentado en un microondas apoyado sobre una fotocopiadora vieja. Llega a resultar agradable la fantasía de lo cotidiano: los barrotes de una cárcel que, según sean iluminados por la fortuna, parecerán de caramelo y harán que los efluvios de todos esos perfumes que antes irritaban se vuelvan más cálidos de regreso a casa, cuando el sol vuelva a escarcharse hasta su disolución.