7/8/13

La España más cuantificable y voluminosa no vive en los minúsculos guetos culturales de Madrid y Barcelona, tal y como tienden a pensar sus habitantes o los creadores de anuncios televisivos destinados al consumo generalista. Tampoco nada tiene que ver con sus íntimas celebraciones de la belleza y sus aspiraciones de sostenibilidad en cualquiera de sus amplias facetas. Ayer me di cuenta de que la gran España vive en un parque de atracciones en el que se pueden exhibir sin recato todo tipo de tatuajes, bíceps y michelines, camisetas imperio y tintes de pelo, chanclas de Carrefour y exaltaciones festivas de la comida rápida, bollería industrial y delirante abuso de refrescos carbonatados (incluidos sus gases posteriores). Esa España se come casi todas las últimas sílabas de lo que dice y tiende a gritar constantemente a sus hijos. Estos, a su vez, pelean entre sí y aprenden a crecer en medio de una agresividad natural que sus padres entienden como una fiesta necesaria que les hará fuertes para el futuro. Los ideales estéticos de los adolescentes de este país pasan por emular (ellos) a Cristiano Ronaldo y (ellas) a Belén Esteban. Sí, podemos afirmar que somos un país choni. Ahora entiendo por qué existe Tele 5. Las casualidades no existen.