17/6/13

La mirada se enfrenta a cortinas polvorientas que solo se descorren al contar. A diferencia de la fotografía, este proceso químico tiene lugar en el cerebro y no en una cámara oscura cuya única abertura dejará pasar la luz y con ella la representación en miniatura de lo que vemos. La captura y el revelado de las palabras se sucede en otra estancia sin luz en la que no cuenta la verosimilitud de lo representado sino la dimensión que sea capaz de otorgarle la mirada del que nos cuenta. No se persigue la verdad ni el carácter fidedigno. A lo leído se le exige representar un mundo nuevo y propio que nos permita ensanchar de tal forma la piel para que nos quepan así otras vidas que ayuden a explicar la nuestra.