8/5/13

Escribir es como hacer un túnel para atravesar una montaña. Mientras taladras la piedra estás solo y sientes que aquello se puede venir abajo y aplastarte. La aventura de contar radica es esa soledad y también en el miedo que te empuja a avanzar rápido y a la vez a pararte a escuchar la gravedad de tu respiración allí dentro: de ese sonido esperas la respuesta que quizá nunca llegue pero que te hace continuar. Una vez que ves la luz, el túnel deja de ser tuyo. Cuando lo hayan alumbrado y asfaltado la carretera ya no te pertenecerá ni sentirás nada al atravesarlo. Será de otros, de los que pasen tranquilamente viendo o no la perfección de sus paredes o lo hagan absortos en sus pensamientos o sientan, por un instante, la claustrofobia de quien lo perforó en secreto durante meses.