12/4/13

Soy un piano. Tú eres otro. Estamos en habitaciones distintas. La mía tiene un mirador de cristales gruesos en los que el sol resbala manso hasta las junturas de plomo y después aterriza en el piso en un ángulo tan débil que las partículas de polvo que flotan en el aire cambian a capricho su trayectoria haciendo que, si te acercas mucho, descubras que más allá de su apariencia hay una escena de fiesta, una verbena antigua que se sucede al atardecer junto a una playa. Sé que nadie me creería mas que tú, aunque estés ahora tan lejos, en una casa en Berlín y sobre ti penda una lámpara de araña que vibra cuando te pones triste y solo puedes hablar en semitonos graves que dejas espaciar a posta para que el sonido viaje hasta donde estoy y me perfore muy dulce y muy despacio. ¿Quién nos convirtió en lo que somos?